Empiezo.
Aunque sé que nos arrancaron los dedos a mordidas y que los pocos que aún tenemos los conservamos en alcohol.
Alguna vez escribí de nosotros, de lo que fuimos, del nosotros que se me clavaba mas entre los ojos mientras menos nos veíamos.
Grité rayones resultado del olvido de nuestra generación... Después huí, abandoné los escenarios tapatíos y los fracasos literarios (los míos).
Llegué a escribir tapándome los ojos como cuando esperas que el tren pase por las vías, que apareciera la mujer de los diálogos en reversa, el niño-teatro amante de coquitos, mis hermanas de fiesta-fiesta en casa Jack Daniel's (estos los relatos-ficción).
Dormía con las manos temblando sobre el teclado y despertaba sudando. La lectura es pasión de desesperados.
Hacía todo esperando que llegaras con otro cartón de vino tinto para amanecer y tomar café de Vips.
Eramos vulgares, nos dejábamos para regresar.
No son. Encontré que sueño, que los lugares cambiaron y que mis personajes sólo se alimentan de tu generación olvidada.
Entonces escribía de los mismos ojos con diferentes nombres, de mi adicción a la catástrofe y a la música, así hasta que las calles dejaron de ser conocidas, los bares siempre el malasaña.
Nada. Pasa que ya no puedo escribir.
Hubo un tiempo en el que pensé que todos los lugares son el mismo lugar que apenas recuerdo y que todos eran los mismos personajes.