Pablo.

Las palomitas me saben mejor cuando voy sola al cine pero siempre me hace falta con quién hablar de la música tan mala o el guión tan bien hecho aunque prefiero todo sin comentarios a que se pasen los días y las películas desaparezcan de la cartelera sin que yo las vea.

Esta vez mi memoria se puso selectiva y decidió guardar detalles no importantes como lo que yo traía puesto: converse rojos, blusa azul, chamarra café, mochila y lentes rojos. Un cigarro en la mano izquierda y en la derecha el programa y un bote de agua.

Iba saliendo de la segunda película del día buscando algo para comer y entrar a ver la vencida (por cierto, qué buenas películas ví ese día!) y apareciste sentado comiendo no se qué; me presentaste a alguien que no almacené en ningún lugar de mi cerebro y hablamos dos minutos de algo no menos trillado que el clima.

Me senté a comer y en lugar de hambre, ahora tenía una lluvia de recuerdos; no de tí, sí de tus tiempos; y sabiendo cómo terminaron todos mis días cuando tenía 17 años me entretuve un rato sustituyendo personajes.

Podría ser una capacidad mía ésta de inventarme historias; de revivir amores imaginarios y matar posibilidades. Tú entras en el primer grupo; en ese del que nadie sale porque en realidad no los dejo entrar nunca. Entras en la parte donde nacen mis cuentos y todo es perfecto; donde yo digo cómo son las cosas y nunca pasa algo.

Me resultas complicado y ausente; imposible la mayoría del tiempo, pero me resultas.

Te tocó jugar a ser mi alguien; y viendo mis nuevos fianales decidí que prefiero esa no verdad.

Me gusta que seas de mí cuando me acuerdo de tí.






0 comentarios: