Cambiar de trabajo es... raro.
Yo soy la más feliz y la más cansada, pero bueno. poder darme el lujo de elegir en dónde quiero trabajar es lo máximo!
Pues me he llevado mis cosas de la oficina al grado en el que ya no tengo ni café ni nada! Y puedo repetirles que el café de aquí apesta!
Eso, y que no le entiendo a la cafetera supersónica, por eso tenía aquí la mía… but it’s gone… y no vamos a discutir mi grado de compatibilidad con la tecnología y sus avances… No hay tal.
A falta de cafeína pura y deliciosa, subí por un té.
Con el tiempo, hice aquí mi pequeño mundo mágico del té. (si me gusta mucho y las cajas están padrísimas)
Así que fui trayendo más y más hasta que era exagerado pensar en traer algo más; de vainilla de Madagascar (el más buenísimo de todos), de miel, de manzanas con canela, chai, de frutas, de maracuyá con naranja, negro, de menta, hasta traje el de princesas!
Todos… gone.
Me hice un te de rosas a las 9 de la mañana (poquito antes) le di dos tragos, me mareó de más y lo tiré.
Normalmente el té no tiene ese tipo de propiedades, no en mi.
Bueno son más de las 11 y yo sigo sin poder quitarme el mareo, las náuseas y el dolor de cabeza…
EL TE DE ROSAS APESTA!
Además huele como a… popurrí.
¿Popurrí? Bueno, no sé cómo se llama, pero a la cosa esa que son como hojitas secas de colores que ponen en los baños 1) para que huelan “bien” 2) de adorno.
Sí, creo que así se llama.
Bueno, es lo mismo que el te de rosas.