A mi pedazo de tierra,
por el olor a mar.
Hoy la ciudad huele a mi.
Ese olor que tenía... esa manera de avisar que algo malo va a pasar... de hacerme sentir en la panza y en los nudillos que algo no estaba bien y que seguramente iba a terminar llorando, todo eso se fué
Si voy a llorar seguramente, y si es de tristeza y dolor... pero es... es otra cosa.
El día empezó con lluvia y yo de blanco.
llegué a la oficina hecha sopa.
Dejó de llover y el sol está empezando a salir... ahora hace calor.
Ahora se siente este clima pegostioso de playa que (me atrevo a hablar por todos) los que somos del mar, no podemos dejar de extrañar. Al rato va a hacer un calor hermooso.
En esta oficina de mañosos el café se hace con canela, así que el olor es muy de aquí ; además ya casi nunca hacen café del bueno gracias a la cafetera galáctica (que por ella nos dejaron descafeinados a los pobres empleados mortales, pero no es el tema).
Hoy fue diferente. el café se hizo desde temprano y se hizo mucho y cargado; como debe de ser.
Mi abuela dice que el cafe se tiene que tomar, cargado, caliente y melao (que delicia!)
A toda esta nostralgia, hay que agregar que, como es viernes, tengo música fiesta y qué mejor que una salsa o un merenguito, una bachata...
Tengo los ojos llenos de lágrimas que no tienen permiso de salir (me arruinarían el estilo). No sé cómo le hace la gente para despegarse de su tierra...
despegarse totalemente.
Siempre he tenido muy metida esta cultura con la que crecí, el amor a la playa, al sol y al calor, el miedo a los truenos de huracán, mis saberes de vudú y magia (Rafaela me enseñaba), mis bailes, mis colores...
Hoy extraño mi casa como nunca y como siempre... como si tuviera 15 años lejos y como si me hubiera ido ayer...
Qué ganas de oler a naftalina, a plátanos y café.
A sal.
A mar
amor
a mi.
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