Una vez me dijiste que los sentimientos son como el agua y si no se salen, se estancan para terminar pudriéndose.
Siento que se me hunde el pecho y que respirar se vuelve una tarea complicada, pero tal vez sólo sea el horrible dolor de espalda, la montaña rusa de azúcar, mi afán por escribir, mi nadaquehacerismo (esta palabra debería existir), mis ataques de ansiedad, el estrés que me causa volar, el miedo que tengo de volver a mi casa, mi abuelo enfermo y que me da pánico que se vaya, tal vez sea mi afán de ser el centro de atención (aunque en realidad no me gusta que me vean), tal vez sea mi gusto por el drama, por las historias complejas, por los nudos narrativos complicados (como de Joyce), tal vez esté buscando una historia qué escribir.
Tal vez sólo es que te extraño.
Es muy difícil verte todos los días y funcionar, es difícil no sentir, es difícil no ahogarme.
Tengo miedo de no poder ser esta persona que está feliz de que estés feliz.
Quiero hablar contigo, quiero hablar contigo siempre.
Quiero dormir a un lado de ti y abrazarte, quiero despertarme contigo y tomar café de ese que aprendí a tomar contigo, quiero ver películas que nunca elegiría.
Quiero hacer esas cosas que dejamos en planes, quiero no tener miedo de escalar, quiero ir a disparar, quiero tirar con arco, quiero manejar a ningún lugar, que me platiques de cuando ibas a la escuela, de cuando no vivías aquí, que me platiques de porcelanas antiguas, que me recomiendes libros.
Quiero hablar contigo de todo lo que a nadie le importa, contarte chistes malos, quiero cantar. Contigo.
Quiero dejar de sentir para poder ser la amiga que quieres.
Quiero ser diferente y no quererte así.
Quiero dejar de ser una mala idea.
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