Con suela.

Nunca me dijiste que te ibas, de pronto nada más dejaste de estar.
No me sorprendió que te fueras... tengo un tercer ojo que sólo funciona en casos así, pero me gusta ignorarlo para ver si se equivoca o el destino se arrepiente. Nunca ha pasado, pero tengo fe.

Venías de vez en cuando, cada vez con los ojos más tristes y las copas más llenas... Las pláticas mas nuestras y los zapatos menos rotos.

Hasta parecía que estabas creciendo. Ya vi que sigues igual... Seguimos igual.

Me dejaste, gracias, un ángel de la guarda disfuncional perfecto para mí y con él armé un castillo de vasos vacíos para guardar historias y lágrimas, mientras contigo fui construyendo un barco de letras y personajes.

Con el tiempo las visitas se fueron separando y haciéndose cada vez más cortas y complicadas.
En tus intentos por regresar, te fuiste cada vez más lejos; tanto que ahora se ven los Alpes de tu ventana; de la mía se sigue viendo el jardín lleno de bugambilias.

Te extraño hasta con la suela de mis tenis y los quince días que hay entre hoy y tú los voy a tener que ir olvidando para no sentir que no vengas.

Te extraño sin Alpes; con barco.
Mi pirata favorito, marinero de ojos tristes.

¡Te quiero, viejo! aunque te crezca la barba.

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