A Luccino.
Te sentaste más cerca de lo que las leyes de la proxemia califican como decente.
Pensé que era por mi, pero es que estaba tan lleno que no había más opción.
Era eso, o encima.
Claro que me di cuenta.
Ahora la conversación era con otro. Igual. Sin palabras.
Las miradas son el lenguaje más fácil de entender desde que el mundo tiene ojos y no te tardaste en usarlos sin mi.
No te dije; no por un rato, nada más por curiosidad.
Por saber que tan lejos llegaba tu facilidad de mirada con ajenos.
Qué tal lejos te iba a dejar ir tu incondicional amor de 3 días...
Siguió la noche y siguieron las cervezas; las rápidas, las lentas y las innecesarias.
De pronto quise saber qué tanto era el cobre disfrazado de ti.
“Igual nos quedamos a platicar con unos amigos”
Tanto.
Lejos de joya... Puro cobre, corazón.
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