Agua y ajo

Sigo viajando y aún no empiezo.
Las cosas se empiezan a acomodar solas, las piezas toman vida propia. Ya no las muevo.
Hay días que avanzan como avanza la máquina de un reloj o como piezas de dominó cayéndose en perfecto orden y ritmo.
Entonces el tiempo vuelve a hacerme ruido y a llamar mi atención.
El insomnio se vuelve crónico pero deja de ser maldito, ahora incluso, se anuncia -el muy cínico- cuando todavía hay sol.
Ya no lloro. Ya no doy vueltas. Ya no tengo miedo. Ya no quiero irme, pero tampoco me quiero quedar.
Ya me voy.


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