Huevo:
Te escribo, porque de frente no te voy a poder decir las cosas.
Ya he intentado hacerlo y termino hablando del color de las cortinas, del tráfico o de fútbol (y ni siquiera me gusta).
Me conoces más de lo que me conozco yo y sabes que soy muy marica para decir las cosas de frente, sabes también que si empiezas a interrumpirme no voy a poder hacer esto.
Los años contigo han sido perfectos; los pleitos, las desveladas, los cafés aventados y las borracheras... todo ha valido la pena.
Me has hecho crecer y me has hecho más fuerte.
Huevo, la rutina nos está matando.
Me está matando a mi.
No puedo ser esa que tu quieres.
Cada vez que trato de ser yo vuelvo a sentir que te defraudo. No puedo estar en tu contra (aunque a veces sólo dices estupideces) No puedo sentir que hago algo bien. Todo, hasta como acomodo las cosas del súper, te parece mal.
Muchas veces me pregunto por qué te aferras a seguir con esto si tú mismo me dices todo el tiempo lo mal que estoy haciendo todo. Mi trabajo te parece tonto, no te gusta mi comida, mi música, las películas que elijo, los libros que te recomiendo. ¿Tu crees que hubiera elegido un libro de Asimov antes que uno de Cortázar?
Todos los días son iguales y todos los días me voy borrando un poquito.
El día que te aventé el café encima de verdad me quería ir, quería que me soltaras ¿Y tu? Después de eso... de verdad quieres que me quede??! ¡¿Para qué?!
Huevo, desde el día que te conocí pensé que eras perfecto y que sería la mujer más afortunada del mundo si me volteabas a ver. A mi. A la que soy de verdad.
Esa que querías ya no existe y ese que eras tu, tampoco está.
No te estoy pidiendo que cambies tu nuevo yo ni que vuelvas a ser como antes. No quiero que trates de hacer nada diferente. No te puedo pedir que cambies, pero tampoco te puedo dejar cambiarme.
Ahora sabes porqué no te dije esto de frente. Sabes también que ya no estoy.
Gracias Huevo por hacerme más fuerte.
Así, más fuerte, me voy.
M.
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