Josia.

Tenía las rodillas llenas de algo así como cosquillas y me temblaba la panza (como de emoción y nervios; los mismos que dan cuando vas a conocer a la familia de tu novio y vas arreglándote el peinado, acomodando la blusa y respirando de la forma más natural que te permite el cuerpo). Caminaba esperando que hubiera algo epecial pero sabiendo que no había nada diferente en ella más que el nombre grabado en la lápida.

Mi mamá me había dicho que ahí estaba enterrada pero como "lo que está ahí ya no es ella" nunca me llevó a visitarla.

El entierro de mi tía me pareció muy triste, así que desaparecí. Empece a caminar sólo para no estar ahí pero en cuanto dejé de estar cerca yo ya estaba buscándola.

No me tardé mucho y la encontré (la verdad es que la encontré demasiado rápido, como si supiera dónde estaba); me paré enfrente y no sabía que hacer... No hice nada.

Me sentí culpable por no haberla visitado nunca, como si ahora me reconciliara con ella después de ningún pleito de toda la vida y tuviera que recuperar tiempo perdido.

Quería hablar con ella y que me contestara, pedirle perdón por dejarla, reclamarle el abandono y llenarla de flores. No pude.

Se me llenaron los ojos de lágrimas (y se me salieron) y me regresé.

Hoy connocí la tumba de mi hermana.

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